Ese cuarto en el que se entra en el día de la iniciación, que causa una impresión muy personal en cada Aprendiz de masón y que en algunas ocasiones se invita a los HH.·. a entrar nuevamente en él para tomar una nueva perspectiva.
Este cuarto ha sido objeto de varias interpretaciones en películas y libros. Siempre con una imagen de misterio o cosas ocultas que dan al que entra una especie de poder sobre natural. Es uno de los misterios masónicos que desde el día de la iniciación se aprende y se valora.
Enseñanza
Este cuarto enseña, al aprendiz de masón, a pensar. Aprender a pensar esta es la enseñanza del cuarto de reflexiones para esta actividad es necesario aislarse y abstraerse Esto se logra entrando en uno mismo mirando hacia dentro sin dejarse distraer por lo que pasa allá afuera.
Las antiguas culturas comparaban esta acción con un descenso al infierno, se trata de penetrar hasta el centro mismo de las cosas a fin de llegar a conocer su esencia.
Entrar en nosotros mismos, profundizar, hacer abstracción de las apariencias exteriores.
Pensar esa facultad del ser humano y que lo distingue de los demás seres y por eso se dice que es la individualidad lo que constituye al hombre. Se piensa, se escoge, se examina y se forma un juicio.
Esa es la enseñanza, formarse un juicio con fundamento en lo examinado y comprendido. No dejar la tarea de pensar en otros. No dejar que los impulsos guíen el actuar de los pensamientos.
El acto de pensar, para el ser humano, no es una función automática. Ya que en cualquier instante somos libres de pensar o de esquivar el esfuerzo. Utilizar esta facultad implica, y no sólo para el aprendiz de masón, para cualquier persona tener la consciencia dirigida.
El rechaso de esta facultad implica un suicidio mental. Dañarse uno mismo y dificultar la realidad de nuestra percepciones, es negar la existencia y misión personal.
El cuarto de reflexiones siempre está en cada masón que ha realizado este acto que contribuye a su perfección.